jueves, 23 de junio de 2011

Víspera de San Juan



La noche se acerca,
me abraza y observa,
clava sus garras en mi piel
y me arranca el cuerpo
de un zarpazo.
Tras ver lo que queda dentro,
me estremezco,
sigue bien atenta,
no desvela su próximo movimiento.

Es Víspera de los grandes bacanales de la historia,
eso es cierto, mas hoy,
un jueves incierto,
casi viernes pleno,
pienso sincero en el domingo cercano,
casi mejor lunes,
día del trato ya cerrado.

Yo dejaría que me vieses
como esta noche me ve en este momento
(pleno, sincero, desde dentro)
con tal de personarme con mi cuerpo
como mero instrumento
ante tus ojos certeros.
Tambaleo con solo tu recuerdo.
Pálpito de estremecimiento.
Sumiso severo de tus encantos,
ya anhelo volver a vernos.

Esperaré, no hay más remedio.
Hidrataré mi ser por el momento,
esquivando los severos soles
que abordan día y noche
de lleno,
hasta tu regreso.

Las Princesas de mis cuentos



Tristes melancólicas sonrisas nos quedan, a cada una de ellas, como a mí, como a vos, tras los harapos rasgados que les dejaron por vestiduras a sus corazones. Como reinas de naipes que quedaron bocabajo camufladas entre Jotas, Sietes y Doses sobre la mesa del jugar a crear torres que las sostenía en lo más alto, como princesas Disney que esperaban a que tras el beso final todo fuera bonito, se quedaron sentadas a llorar las penas de un príncipe rana, o un príncipe que no era príncipe o que se convertía de nuevo en la bestia animal, que no vendría más, o bien, la simpleza de una indiferencia inmunda que generan en el héroe que las rescató, o rescataría del abismo que les atrapaba. Maldito el día dirán, maldita mentira, maldita traición, maldita... MALDITO.

Todas ellas fueron princesas en mis brazos saltando al vacío con la confianza plena de haberles entendido... No todos los que van de azul serán siempre príncipes, ni con coronas se coronan reyes y reinas... Por ellas reciben el premio de sostenerse en el pedestal que se merecen... No pudo ser peor para sentirse alegres que luego simplemente, todo se lo lleven...

Y qué es lo que lo que yo puedo hacer. No queda más que el recodo de haber sido un amante entregado, un poeta con pluma de oro en una mano y el amor en la otra, como inspiración, no necesitaba más para ser feliz. El frío y el calor, entremezclados, se lo arrebataron, para pintar lienzos en el cielo, en el suelo, en todos lados, para que mirar donde mirara descubriera que nada soy yo así, sin vos...

Ahora sé bien que se acerca el verano de los tristes acontecimientos de nuevo, se acerca para no volver más. Llegará tardío, tras fríos y aguas, avanzará con la ilusión de cada año y rebosará el vaso de la locura en su mediodía, allá donde las aguas cálidas de mares u océanos serán cálidas, Vendrán sus olas y corrientes para abrazar cada una de mis brazadas hasta perderme lo suficiente... Podré decir adiós a cada una de mis princesas cuán espíritu vacío de sensatez pueda sentir, mas esta vez no vendrán sus manos, ni su piel, a rescatarme otra vez, por fin, yaceré en la arena del desierto del que no podré retroceder, porque este es él, este soy yo, estas son las princesas a las que no les dejé ser protagonistas de mis cuentos...

Lo siento.

lunes, 13 de junio de 2011

Una vez...


Una vez estuve a punto de cometer una estupidez:

"Dónde habría puesto la pistola que con tanto esfuerzo conseguí, donde... Creía fielmente que se encontraría en el segundo cajón de la coqueta, entre a los recuerdos de vidas pasadas y la lista no escrita de cosas que me hubiera gustado hacer... Qué más darían ya ambas cosas. Por más que rebuscaba en el cajón, revolvía y revolvía dentro me dediqué a pensar en aquellos que ya no están, lo que dejaron, los que sí querían pero no les dejaron, no se dejaron o no estaban sencillamente. Deambulaban mis dedos entre las cosas que tenía, una china de un peta que no me fumé nunca, 10 tapones de los tequilas que no me bebí porque no tomaba alcohol, la caja de condones sin usar, porque, obviamente ni los usaba ni los usaría ya... Recordé a aquellos otros parias que como yo, buscaron su pistola, cuerda o cuchilla, y que sí encontraron... ¿y si no encuentro yo la mía, qué iba a hacer?


En ese momento me percaté que mi mano izquierda llevaba un rato tanteando el frío metal del cañón del arma sin darme apenas cuenta, la levanté (no recordaba que pesara tanto, la verdad) y mientras la deslizaba juguetonamente hacia mi sien volví a recordar a aquellos que encontraron el valor para tensar la cuerda, hundir la hoja o apretar el gatillo... Saqué todas mis fuerzas y tras unos minutos conteniendo la respiración, arrojé el arma al cajón de nuevo, otra vez, y envidié a mis semejantes con semejantes propósitos... a todos aquellos que sí lo lograron, que encontraron el valor, y les envidié...


Podéis dormir todos tranquilos: NUNCA, repito, nunca tuve ni tendré sus mismos huevos."