No pienso, no cuento ovejas, nubes, cabras ni cuentos a mi alma, es una insatisfecha, una guerrera, y mantenerse expectante le asola, destruye y abruma... Marca mis horas, minutos y segundos con sangre en insaciable reloj deborando todo el tiempo: tic tac, tic tac, tic tac. Con cierta ironia rememoro los instantes en el agua peleando por dejar en la orilla, tras cada brazada, patada y submarina esos segundos perdidos en vida... tarde o temprano desembocas en una nueva orilla, volviendo a revivir las pesadilas, abiertas de nuevo las heridas y, de no ser así, uno se ha de relajar, ya que sabrá bien de qué es el lecho marino al posar en él sus inertes huesos...
Dormir, un deber y privilegio.
Descansar, una necesidad, un desprecio.
Relajarse, perderse y encontrarse
En cualquiera de los casos, soy urbano vagabundo en busca de limosnas de todos ellos... mientras tanto, seguiré buscando compañero de sueños en cada ventana del barrio, en cada cama de almas solitarias, abrazaros a la almohada, estrujarla, para que no pueda nunca mas usarla ni tristeza, ni soledad ni la melancolía que hasta que duerma, hoy nos acompañan.
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