lunes, 2 de junio de 2014

TE ACUERDAS DE... Un recuerdo de hace 5 años...










Plas... Plas... Plas... Plas... (tomo un poco de aire y prosigo) Plas... Plas... Hoy el mar estuvo tranquilo. Hoy no importunaron sus olas (motivo por el cuál tampoco me detengo cuando braceo). el agua, cristalina como nunca lo hubiera sido, me permitía ver lindos peces casi transparentes algunos, otros grandes con colores vistosos, como escabullían alejándose ante mi llegada. Pero no les importuno, me da tiempo a observar a cada uno una centésima de segundo, les sonrío y prosigo. Mis brazos no se cansan, mis piernas les acompañan acompasando un ritmo 3 veces más rápido, sincronizado, como una banda sonora, emiten la melodía que más me relaja en este mundo. No hay bordillos, paredes, ni ningún impedimento, solo me frena el temor de alejarme en exceso de la orilla. Aunque esto ocurriera, no me asustaría. Tomaría una vez más aire y volvería mecido por la ligereza de la brisa mediterránea. - Este día fue inolvidable.

El aire aun no era sofocante, el mar no levantó bruma anoche, se permitía recibir a un solitario bañista, que relajadamente se mecía, al compás del giro de sus hombros. Una tras otra, las brazadas se dibujaron, forman un surco metros tras él, y con sus pies despierta una ligera espuma, haciendo cosquillas en la arena que metros por debajo le observaba al cruce de su mirada.

No había más, solo me sentía, y feliz de serlo. Podía continuar mucho más, casi tanto como quisiera, el mar me lo permitía, pero un precavido nadador, nunca se alejaría más allá de la vista de quién pueda observarle en una orilla. Sé que no tenía de qué temer, no existía marea, jamás vi el mar tan receptivo, tan sonriente... y deseé con todas sus fuerzas continuar, probarme a mí mismo.

Pero sin más, sin motivo, sin necesidad, sin cansancio, sin ningún otro pensamiento por mi mente, me detuve. paré de moverme. cerré los ojos, verdes como nunca antes los había tenido, y me dejé mecer, en posición vertical. Había llegado lo suficientemente lejos como para contemplar con dificultad el fondo desde la superficie y lo bastante profundo como para no alcanzarlo sin bracear al menos una o dos veces. Quedaba lejos, unos 4 metros por debajo de mis pies, sin embargo, aquello no me incomodaba. Respiré una amplia bocanada de oxígeno y dejé que mi cuerpo descendiera por sí sólo, sin mover un ápice de este.

En algún momento de este viaje, algo acarició mis dedos de los pies, era suave y muy agradable, no abrí los ojos, sabía con certeza de qué se trataba: había tocado el fondo. Era la arena más fina, suave y agradable que jamás rozó mi piel. Sonreí ligeramente, sin abrir la boca, manteniendo todo el aire posible, un poco más.

Aguanté, todo cuanto pude, hasta que sentí que los pulmones me solicitaban aire, y me impulsé, aprovechando la suavidad del suelo, tomé con gran presteza el ascenso que me llevó a una nueva explosión de sensaciones al llenar de nuevo los pulmones con oxígeno renovado.

La vuelta decidí comenzarla a espaldas, dejando al sol de cara, saludándole tras mis cromadas gafas, aquellas que siempre me acompañan, de las que tengo pares y pares, por miedo a quedarme sin unas de repuesto. Tanto era así que dejé 3 en mi mochila y no estoy seguro de que haya sobrevivido al menos una de ellas.

Antes de llegar a donde pudiera hacer pie, giré y con una auténtica explosión de adrenalina continué a mariposa, esta vez empujado por unas diminutas olas inapreciables que me levantaban aun más de lo que era capaz por mi mismo, sorprendido aumenté el ritmo, tanto, que para cuando quise tomar aire, casi me encontraba en la orilla, y en ésta, estaban, inamovibles como en la vida real, mis amigos, aquellos que siempre quieren verte y disfrutar de tu compañía. Sonrieron y continuamos nuestras vacaciones como cualquier otro día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario