martes, 25 de octubre de 2011

Octubre de llover




Ahora comienzan tal que aguas de abril al llover,
Las gotas de por fin, de un octubre en lunes,
Ahora que el otoño es de verdad, no apetece volver,
Volver a no dormir, pero vuelve a ocurrir, para variar.


Disfruto noctámbulo de su macerar mi techo de papel.
Vivo sin saber muy bien si debo sozollos o jocosidad.
Desconociendo el fluir del agua que no podré beber,
Hoy se resta a la lista de días para peder otra oportunidad.


Cuándo pintarán las alegrías de sombrear felices
Los lienzos de mi día, a falta de perlarlos a sonrisas,
De las tuyas y las mías, cohibidas por externos matices.


Permíteme coser tus miradas devoradoras con las mías,
Bordar las horas que nos conceda la vida con hilo de risas,
Que se firmen obras con melodías de nuestro encuentro.
Ponte el vestido de ser feliz al verme, cada noche de estreno.


Disuelve las luces áureas de no ser ni uno ni dos, al vernos.
Ser instantes a cientos, la noche, las estrellas, luceros.
Alumbremos ciudades a oscuras, seamos luciérnagas perdidas.


Brillemos los colores y las curvas que trazan tus cabellos,
Atrevidos, entre ellos vistiendo los labios a base de besos.
Allí quiero dormir, recogido por las caricias que tienes por manos,
Cubriendo mi nariz, mirando tras tus ojos, la lluvia del momento.

lunes, 24 de octubre de 2011

Zumo

Y ahora que ya sé distinguir
Los amargos colores del frutero,
Preparo zumos de arco iris
Con lluvia, se hace más llevadero.


jueves, 20 de octubre de 2011

A Ella debo mis sonrisas

Ella ocupó espacio visual, el mío, luego hurtó mi burbuja a causa del gentío, hueco de mi hueco, ella alumbró mi mañana con su sonrisa cargada de inocencia, ella. Ligeras perlas falsas ocupaban sus pequeños lóbulos, blancas como los dientes que asomaban al mirarme con brillantes por ojos. Se revolvía coqueta dándome la cara de sus rubios cabellos, perfectamente ondeados, jugando entre ellos, dibujandose trenzado en mis pensamientos. De nuevo terciaba un gesto de su precioso rostro hacia el mío. Miraba fijamente, y le devolví sus magníficas sonrisas a base de muecas intentando las mías. Quise ser como ella, admirable, espectacularmente llamativa, inocente y traviesa, quise y no. No repetiría mis años pasados e infancia de nuevo.

Llega su parada se baja, sin antes arrancarme con su manita un auricular y decía adiós con la otra, en brazos de su notoria orgullosa progenitora.

Gracias, hoy te debo mis sonrisas...


lunes, 17 de octubre de 2011

Hablando de quién soy

¿Cuánto tiempo dices que ha pasado?
¿Cuánto dices? Los días se cuentan con los dedos de una mano, los años superan las dos. Ambigüedad del tiempo, maldita línea ondulatoria que juega con los trazos de nuestras vidas, juguetea con ellos tal que fueran finos hilos entre los dedos de las Moiras, éstos soy.

¿Cuánto tiempo dices que ya no me sueñas? ¿Cuánto dices? Perdí la noción del tiempo, el recuerdo de verte en uno de mis sueños fue hace tiempo, ahora no sueño. Me superan las pesadillas. Te incluyes en todas ellas. Ellas soy.

¿Por qué dices que te atormentas? ¿Por qué dices? Por qué si ya no me nombras ni recuerdas, ni me ubicas ni me pierdes, ni huyes ni te quedas, ni te siento ni lo anhelo, ni te odio ni te quiero... puedes tener mil rostros y ninguno. Por qué si te idolatro, venero y dedico mis crisantelmos, por qué amor, por qué el dolor de la indiferencia es quién rompe el silencio de mi soledad a base de la impotencia, de rechinar, castañear y apretar dientes, no más buscar el seguirte y encontrar rehuirte...

¿Cuánto dices que me quieres? ¿Cuánto dices? Cuántos silencios me dedicas desde tu ambigüedad. Me odias, me amas cuando lo prefieres. Nicho de tu antojo que se cobra la renta de mi perder página a página la historia de vivir muerto, hueco, verbo irregular, por completo impersonal, incapaz de conjugar tiempos y plurales, eco de nunca pronunciarme, de siempre, de imperpetua palabra y nula definición: ése soy...¿y vos, que prejuzgas, y vos quién sois?


jueves, 13 de octubre de 2011

RESPIRO

Vivo en Madrid. Bueno, en Madrid no. En cualquier caso sí sé lo que es ir hasta la capital y recorrer de punta a punta sus entrañas. Sé lo que es el metro en hora punta. Lo que es no pasar frío en pleno invierno (cuando hay invierno y hay frio, no ésto). Percibo la temperatura irradiada por el resto a mi alrededor, concibo la angustia ajena mal camuflada, lo veo, miro, lo observo y sonrío. Sí, sonreir en dicho inhóspito paraje me recuerda mediante el vaivén suave del vagón lo que es agobio, lo que cruzar los límites humanos de la resitencia e instinto de supervivencia.

Una vez, no hace mucho, bucee a pulmón lo suficiente como para perder desde la superficie cristalina del mar sosegado, su fondo arenoso-¿a que no llegas al fondo?- dijo alguien mirando el lejano fondo. No sé siquiera a quién fueron dirigidas dichas palabras, pero como empujado por un resorte cogí aire y me sumergí.

Recuerdo las cinco o seis primeras brazadas de braza submarina: bien trazadas, fuertes y traccionando, sujetando el agua como bloques de cemento dispuestos a mis lados, avanzando cerca de 25 metros (ya que es la cantidad de brazadas q necesito para recorrer esa distancia en horizontal). No lo olvidaré: comienza el agobio, aun lejos el fondo, la presión comenzando a incordiar, mis pulmones aun contienen todo el aire, y decido soltar el conservado para ayudarme a fondear, me hundo, sigo braceando, una, dos y tres brazadas añadidas al esfuerzo lograron hacerme sentir aquella arena gélida y suave como piel de cadáver.

Mi cabeza tronaba, mis pulmones solicitaban aire, la vista generaba puntos de colores... comprendía la gravedad, mas no pude resistirme a tomar un puñado de aquella arena, un regalo, un tesoro, que demostrara mi logro (si lo lograba...); tomé todo el impulso que me fue posible, deslizando hasta que comenzaba a detenerme, momento en el que mi garganta amagaba tragar agua anhelando captar en mis pulmones el poco oxígeno aprovechable como branquias de pez.

Inicio el desesperado esfuerzo del braceo y pataleo enérgico, agónico, inútil, cuán enfermo terminal apunto de fallecer, apretando en una mano, el húmedo resquicio del fondo, mientras lentamente se escurría, como mi propia vida, entre los dedos.

Ya queda menos, no hay dolor, yo puedo, mismas palabras reiteradas en momentos anteriores de esfuerzo límite... Cegaba el sol mis completas nubladas pupilas cerca del relente que las distorsionaba, cuando comenzó a escurrirse desde mis fosas nasales el salitre, el agua, la muerte, hacia mi interior, me ahogaba, tan cerca, tan arriba, y lo sabía.

Antes de perder el conocimiento, regulgité de alguna manera todo lo que rozaba ya mis alveolos, vomité lo almacenado en mi estómago y oriné de manera incontenida. Logré insuflar porciones de aire a mi ser entre tosido y arcada, al tiempo que sostuve en alto, el puño cerrado.

Todos se acercaron con guasas y bromas sin lograr ocultar preocupación. Muerte, casi te alcanzo este verano, ya sé lo que son eternos instantes de agonía, sentí el frío hielo del infierno sosteniéndome los pies, pero necesita tirar a la cabeza de alguien un pedazo de tierra a cientos de metros de la orilla, hundida y olvidada; le di oportunidad de sonreir a la brisa suave de aquel día...

Ahora entre la gente, angostado, tomo aire inflando mis pulmones, balanceado por la marea de la multitud, al ritmo que se marca igual cada día, entre estación y estación, recordando aquellos súbitos instantes en que rocé la eternidad de no ser.

Respiro, veo, miro, observo con empatía al resto: RESPIRO.


lunes, 10 de octubre de 2011

Siendo uno más...



Hoy no busco, encuentro. Hoy no intento, concreto, logro y convezco. Hoy no miento, hoy. Hoy por hoy, me vierto a jarrazos en el canal vacío de los sueños, corriente que miente, no sabe llegar a la oceanía de cualquier mar, retornando a nuestro manantial inicial. De los que pierdo en el bolsillo de mi chaqueta de diario, espacio que relleno de mi ausencia, impidiendo guardar mis manos en éstos.

Hoy vi el son del gentío caminando desorientados, desperdigados, a la espera de un estímulo q lo meza, maleables, como sal en el mar, en una multitud.

Hoy desespero de no saberte cerca y darte el ramo de bonitas flores que arranqué antes, en el parque en el que ya hace que no me besas, de esos labios de sabor a fruta, a frambuesas.

Dónde irán a parar los versos de lo no importante, de perdernos nuestros mejores intantes, esos sencillos, rápidos, fugaces, de sabernos al lado y distantes. No olvides que tu nombre se escapa entre los dientes, de los que el metro de Madrid convirtió en cantantes, aquellos mismos escaparates que vas pintando con tus lindos ojos, alla donde tu mirada posaste, lindos pasajes dibujase.

Para aquellos sentimentales que, a pesar de ser hoy lunes, prefieren regalar sonrisas y miradas sosegantes a todos los rincones, hoy no hay más afán que ser inmensamente feliz, siendo uno más.

jueves, 6 de octubre de 2011

Solo el sueño me vence

Qué puedes decirme,
Si te hablo con silencios,
Si responden al imposible
De apartar miradas de tus luceros.

Qué puedo decirte si
Cada tres por cuatro son siete,
Siete las maravillas del mundo.
Y ahora en tu sonrisa las tienes.

Qué decirnos en jueves,
Nuevos planteamientos hierven.
Fogones de ilusión se encienden,
Tensiona impaciente...

Qué decirte hoy de ayer,
El pasado se olvidó tanto, tú, yo.
Mantener un poco más el suspense
Dejemos que el azar juegue.

El cansancio me puede,
Cerraré los ojos y la mente
Quedo cerca del cielo celeste
Viendo como saberte bien, me mece...


Neruda

Deja que tus caderas inpongan en el agua
Una nueva medida de cisne o de nenúfar,
Y navegue tu estatua por cristal eterno.

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde
Te amo directamente sin problemas ni orgullo:
Así te amo, porque no sé amar de otra manera,
Sino así de este modo en que no soy ni eres,
Tan cerca que tu mano en mi pecho es mía,
Tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.


Soneto XX 

lunes, 3 de octubre de 2011

Sin conocerte, estás




En búsqueda perdida de tu nombre,
Voy vagando en trenes de amor.
Vil de mí, viajo sin pagar peaje,
Perdido, de estación en estación.

El poner a tus ojos un nuevo color
Un rostro y sonrisa, mi anhelo.
Descubrir un nuevo perfume a flor,
Capaz de dar sentido al viento.

Ver qué tono tendrá ahora tu voz.
Saberte digna de palabras y osadías
De describir el extraño frío y calor
De abrazarnos, sin conocerlo todavia.

Ser sencillo en los versos cotidianos
De acariciar tu carita angelical,
De pintar en rojo carmín labios,
Al cruzarse tu boca con la mía.

Perderme y encontrarme en suspiros,
Los tuyos, mi aire para respirar.
Verte los almendros florecidos,
Tatuados en ti a partir de mi rimar.

Ser antojo del papel y pluma,
Danzar juntos, al mismo compás,
Desnudarnos en plena lucha
Libar en sueños de bienestar.

Ganar la nueva capacidad de sonreir
Aun más, mas cuando ya no estás,
Empezar a prender al vernos pasar,
Y alumbrar la oscuridad de ciudad.

Lanzar este soneto al bravío mar,
Verlo despedirse hacia su final
Y zambullirnos sin pensar, detrás.
Si nos unimos a su sin flotar,
toma mi mano, me tendrás...